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martes, diciembre 19, 2006

En la ducha con mi profe y una rica pajita mutua

Este relato es sobre mi primera experiencia. Me llamo Esteban, y no era el más disciplinado. Siempre estaba en problemas pues no me podía quedar quieto un segundo. Ya para entonces sabía perfectamente que tenía tres gustos definidos en mi vida: los deportes, las mujeres y los hombres. Obviamente, este último era algo que me causaba gran temor, no lo había comentado con nadie y siempre me preguntaba si era sólo una fantasía para hacerme la paja de vez en cuando o si era algo físico y alguna de esas fantasías llegaría a volverse real. Eran las dos de la tarde cuando empezamos las clases de deportes. Eran mis horas favoritas porque no sólo podía hacer lo que más me gustaba sino que al final de la clase podía ir a las duchas con mis amigos (la mayor ventaja de los homosexuales y bisexuales), claro aunque no totalmente desnudos pero algo se alcanzaba a ver. Mi profesor de deportes y yo nos llevábamos muy bien, al igual que con los demás profesores de deportes. Yo siempre les colaboraba en los torneos y les conseguía medallas de vez en cuando. Sin embargo, mi indisciplina hacía dar rabia hasta el más paciente y fue así como ese día, por sacar del depósito un equipo no autorizado, mi profesor me castigó expulsándome del gimnasio y obligándome a pasar el tiempo que restaba de clase en la oficina de deportes. Me escoltó hasta ella y entramos. Me dijo que me quedara allí hasta que se acabara la clase. Que si quería me podía duchar y cambiar pero que primero me desacalorara. No habían pasado cinco minutos de mi castigo cuando entró Julio, el otro profesor de deportes y amigo mío también. Venía de entrenar atletismo y se iba a alistar para atender la clase que seguía después de la mía. Entró y le expliqué lo que había pasado. Después de burlarse de mí un poco me dijo: - Bueno, me voy a desacalorar un rato mientras charlo con vos. Dicho esto se quitó los zapatos y se sentó en una silla justo enfrente de mí. Su camiseta, mojada por el sudor, dejaba ver sus tetillas, sus pectorales que si bien no son grandes son muy marcados y sus abdominales pronunciados. Julio está muy bueno, tiene un cuerpo firme y una cara bastante agradable. Me empezó a gustar lo que veía y tratando de ver un poco más, le dije: - ¿Y por qué no te quitas la camisa para que te desacalores más rápido? - Porque el reglamento del nos prohíbe estar sin camisa frente a los alumnos. - Pero pensé que era sólo frente a las alumnas, ¿frente a los hombres también? - Sí, ¿no ves que no nos dejan duchar juntos? - Sí, es cierto, qué bobada, si tenemos lo mismo. - Sí, es una bobada, pero no tenemos lo mismo. Y en tono de chiste dijo Julio: - Es muy diferente lo que tienen ustedes que son casi niños a lo que tenemos los profesores que somos hombres desarrollados. En ese momento me empezó a gustar más la conversación y pretendiendo que estaba herido en mi "virilidad" y a manera de chiste le dije: - Pues perdón hermano, pero así yo tenga casi nueve años menos que vos, estoy muy satisfecho con lo que tengo. En ese momento Julio se río y me dijo: - Hermano no sea terco, ustedes son niños y tienen menos. Fíjese en esto. Julio tomó el borde superior de su pantaloneta y la estiró hacia arriba de tal forma que se marcó más su bulto. Era grande, se notaba que abajo había una verga hermosa para mamar con ganas. Yo miré extasiado lo que Julio hacía en la silla enfrente de mí, pero no podía dejar que él notara mi gran interés. Su acto sólo duró un par de segundos y le dije a manera de chiste: - Pues hermano, se ve grande pero deben ser pelos o tus pantaloncillos amontonados lo que aumenta el tamaño. - Pues ni lo uno ni lo otro porque primero, no soy tan peludo y segundo, no tengo pantaloncillos, sólo esta pantaloneta y bueno, en todo caso sí me voy a quitar esta camiseta porque vos sois hombre y no veo ningún problema. Yo no pronuncié ninguna palabra, sentí cómo mi verga empezó a crecer un poco apenas Julio me confesó que no llevaba pantaloncillos. Lo seguí entonces con mi mirada mientras se paró y se quitó la camiseta que colgó de un gancho en la pared y volvió a sentarse mirando su reloj. Yo quería seguir con la conversación, tenía temor de hacerlo pues no sospechaba nada de Julio, mi ventaja también era que yo tenía novia y nadie sospechaba nada. Pero no encontraba qué más decir hasta que se me ocurrió algo. - Oye Julio, ¿y por qué no llevas pantaloncillos? -obviamente yo ya conocía la respuesta. - Porque es más cómodo hacer ejercicio sin pantaloncillos, hay más ventilación. Nuevamente, pretendiendo ser ingenuo, le pregunté: - Oye Julio, ¿y es cierto eso que los pantaloncillos te pueden causar problemas porque bloquean la circulación? - Sí, pero depende, algunos modelos sí. - ¿Y cómo sabe uno cuáles usar?, yo por ejemplo siempre he usado los mismos y no sabría. - ¿Y cuáles usas vos? - Los que no son ni largos ni tan cortos... Entonces pretendí que no sabía explicarle para dar pie a mi siguiente movimiento. - No sé cómo decirte, ¿te molesta si te los muestro? - No. Dale, mostrármelos, pero no se le puede decir a nadie porque habría problemas... - Jajajaja, pero cómo son de estrictos aquí, sólo te voy a mostrar los pantaloncillos, no mi verga. - Jajaja, sí, yo sé, pero ya conoces el reglamento. - Bueno, en fin. Me puse de pie y bajé mi pantaloneta hasta mis rodillas, me incorporé y subí mi camiseta hasta el ombligo. Y quedé frente a él mirándolo. Mi verga que no estaba del todo dormida ayudaba a formar un bulto más interesante en mis pantaloncillos. - Ajá, son como semiboxers, déjame ver la parte de atrás. Di media vuelta. - No parece que te queden ajustados, en todo caso los mejores, por aquello de la circulación, son los boxers largos, ajustados pero no mucho. Son los que yo uso, te muestro unos. Julio se incorporó, caminó hasta su locker y sacó de allí unos boxers como los que describió. Mientras caminaba me dijo: - Esteban, tu bulto se ve grande, casi como el mío, ya vi que no sois niño. - Ja ja, sí, ves hombre, te lo dije. En ese momento me di cuenta que Julio se estaba interesando en el tema aunque me resultaba difícil creerlo, más bien era yo el que quería pensar eso. - Bueno, mira, estos son los boxers, no me digas que no los conoces. - Sí, sí los conozco pero no los uso. - Bueno, si queréis probártelos para que te des una idea de cómo son. - Listo. En ese momento estaba haciendo un esfuerzo sobre-humano porque mi verga no se fuera a parar más. Para evitar problemas, me di media vuelta y quede de espaldas a Julio. Me quité los pantaloncillos y me puse sus boxers. En ese momento él me dijo: - Pensé que te los ibas a poner allí en el baño. -se refería al baño que está en la oficina de profesores, donde están sus duchas. - Qué pena, se me olvidó el reglamento... - No, tranquilo, igual, como te dije, ya vos no sois un niño. - Jaja. Sí. Además, no viste nada comprometedor, sólo mi culo. - Sí, ja ja, lo mismo que le veo a todos mis amigos en las duchas de la liga de natación por las noches. - ¿Allá se bañan desnudos? - Sí claro, es que es sólo aquí donde todo se prohíbe, pero en la realidad todo el mundo se ducha desnudo. - Sí, no entiendo tanto misterio si para eso hay duchas de hombres y duchas de mujeres separadas. Ya estaba yo a mil. Cuando Julio miró su reloj y me dijo: - Bueno, me voy a duchar. - Yo también, después de la ducha te entrego tus boxers. Y mientras él alistaba su toalla y sus cosas, me puse la pantaloneta y me dispuse a salir hacia las duchas de los alumnos. Triste por tener que ducharme afuera sólo pero con unas ganas enormes de hacerme una paja por toda la carga de imágenes que tenía y todo lo que había hablado con Julio. En ese momento Julio se dio la vuelta: - ¿Para dónde vas? - A las duchas - le dije. - No, fresco, ven, dúchate aquí en las de profesores. En ese momento me encantó lo que me dijo Julio, ducharme con él, qué delicia, y al mismo tiempo qué miedo. ¿Qué tal si se me paraba mi verga o si él notaba algo raro? - Sí, listo, pero, ¿no hay problemas con el reglamento? - No, fresco, que a esta hora no viene nadie acá, para mayor seguridad le ponemos seguro a la puerta del baño. - Listo. Salí dos segundos a los lockers por mis cosas y volví a entrar a la oficina. Julio ya estaba en el baño. Entré al baño y me dijo que cerrara la puerta con seguro. El baño de profesores no es tan amplio como el de alumnos. Tiene un pequeño espacio con lavamanos con una banca para vestirse y una entrada a la sección de duchas. En realidad es sólo un cuarto pequeño con dos llaves de agua separadas por menos de un metro y sin ninguna división. - Bueno, ahora sí vamos a romper todas las reglas duchándonos juntos ¿no? - Sí, pero al fin y al cabo tenemos pantalonetas y... - No hermano, aquí no es como hembritas, aquí es desnudos. Dicho esto, Julio se quitó su pantaloneta dejando ver su verga. Era hermosa, estaba dormida y aun así era grande, el grosor ideal, el largo ideal y el color perfecto. Tenía pocos pelos, como él lo había dicho, y unas güevas redondas que provocaba comer poco a poco. No pude evitar fijarme en su verga, casi no pude quitar la mirada. - Cómo se nota que nunca has visto a un hombre desnudo, fresco hermano que por muy macho que uno sea, siempre mira la verga de otros por curiosidad y por comparar. No podía creerlo, Julio me estaba disculpando, no tuve que dar explicaciones. - Ja ja claro -le dije yo. - Bueno, hermano, usted ya vio mi bulto y yo vi el suyo, ya vio mi verga y yo nada que veo la suya. - Ja ja ¿y cuáles son tus ganas maricón? - No seas güevon y respétame que yo al menos te estoy tratando como hombre y no son ganas de ver tu verga sino de ver si sois capaz de bañarte desnudo como los hombres. - Ja ja ok, pues pero no te enojes que sólo era un chiste. Me quité la camiseta, luego la pantaloneta y luego dudé un poco para quitarme los boxers pero me decidí. Quedamos los dos desnudos frente a frente. Mi verga, un poco parada, se notaba más grande pero no alcanzaba el tamaño del pedazo de Julio. Este miró mi verga y dijo: - Sí, ¿ve hermano? usted es un niño, mire esa verguita de nada. - Hermano, pero eso no significa nada, usted no se imagina cómo crece esto cuando se necesita. La suya se ve más grande pero mínimo cuando se le para no le crece mucho más de allí. - Ay hermano, entonces ¿ahora qué?, ¿nos vamos a medir las vergas?, ¿competencia de vergas paradas o que? - A mí no me da pena, hermano, yo le tengo confianza a mi verga. - Hágale pues, despertémoslas, yo me meto a la ducha y usted quédese aquí, cuando estemos listos nos medimos. Al fin iba a poder quitarme esa presión y dejar que mi verga se parara con la mejor excusa y sin arriesgar nada, aunque ya las cosas me parecían bien raras. - ¿Listo Esteban? - Listo! Julio salió de las duchas con su verga totalmente parada, era grande, pero sin ser desproporcionada. Era más grande que la mía, se le paraba derecha hacia arriba, su glande rosado era lo más apetecible que yo haya visto. Yo salí con mis manos tapando mi verga. - Bueno hermano, acérquese, pongámoslas cerca. Nos paramos uno frente al otro. - Bueno, quítese las manos. Aun con pena me quité las manos de mi verga y ésta quedó expuesta, parada, dura, moviéndose un poco por la presión liberada. Julio la miró y dijo: - Bueno hermano, ahora sí le gané. Nos quedamos allí parados por unos segundos, ya ninguno de los dos tenía la sonrisa maliciosa en la cara, sino una seriedad que reflejaba temor y vergüenza, no nos mirábamos a los ojos, solo veíamos fijamente la verga del otro. Entonces pasó algo que definitivamente rompió el hielo en ese día de tanta presión. Julio fue acercando lentamente su mano a mi verga. Yo lo ví pero no hice nada. Una vez sus dedos alcanzaron a tocar mi verga, no sé si por simple reacción o por fingir incomodidad, traté de retroceder un poco y él retiró su mano inmediatamente pronunciando un tenue: - Perdón. - No, fresco, dale! -le dije yo sin poder mirarlo a los ojos. Él tampoco me miraba a mí. Volvió a llevar su mano y tomó mi verga firmemente. No hacía nada más, todo estaba tan silencioso ahora. Después de unos segundos Julio sólo dijo: - ¿Está bien dura, no? Y está caliente. Yo estaba nervioso, él tomó mi mano y la llevó a su verga. - Dale Esteban, fresco, que esto queda entre los dos. Cogí su verga tímidamente hasta que me dijo: - Apretá más duro. Ahora nuestra conversación se llevaba a cabo en un tono de voz muy bajo que dejaba oír la fuerte respiración de los dos. - Esteban, ¿te gusta hacerte la paja? - Sí. Y Julio empezó a mover su mano de una forma majestuosa. Empezó a masturbarme como ni yo mismo podía hacerlo. Inmediatamente sentí un placer enorme y doblé mis rodillas. Empecé a respirar más profundo mientras sentía a aquel hombre experimentado, 9 años mayor que yo, trabajar en mi verga con una destreza única. Me di cuenta entonces que Julio debería estar esperando lo mismo de mí y empecé a hacerlo. Empecé a mover esa verga lo más fuerte que podía pero no lograba igualar la firmeza con la que él movía la mía. Julio retiró mi mano de su verga y se acercó un poco más hacia mí. Soltó momentáneamente mi verga para después agarrar ambas vergas con su mano. Ahora estaba viviendo placer como nunca. Sentía el calor y la fuerza de su mano, sentía el calor de su verga que rozaba con la mía. Sentía mis bolas tocar las suyas y sentía la respiración de aquel hombre en mi cara, su olor, su transpiración, su olor a macho que se mezclaba con el mío pues ambos habíamos estado ejercitándonos pocos minutos antes. De pronto Julio, con su mano libre, tomó mi cara por el mentón, me tomó fuerte, su mano abarcaba toda mi cara. Lentamente fue metiendo su dedo en mi boca. Entendí que quería que le chupara ese dedo, lo metía y lo sacaba de mi boca mientras yo, con los ojos cerrados, lo lamía y lo chupaba como a un bombón. Julio seguía masturbando nuestras vergas mientras se acercaba aún más a mi cuerpo. Ahora tenía un contacto total con él, nuestras piernas y nuestros pechos se rozaban. Nuestros abdómenes se separaban por nuestras vergas y su mano que las mantenía juntas y nuestras caras se distanciaban por su otra mano que jugaba en mi boca. Estaba sintiendo demasiado placer. Mi verga y la de Julio estaban mojadas. La sensación era única, pero nada me preparó para lo que siguió. Al sacar sus dedos de mi boca, Julio tomó mis nalgas con un deseo increíble, podría decir que al apretarme tan fuerte uno de mis glúteos, incluso me llegó a doler. Pero pronto entendí lo que quería, sin muchos mas preámbulos tomó sus dedos mojados por mi saliva y los llevó hasta mi ano, acto seguido metió su dedo del medio en mi ano. Primero un poco mientras yo me quejé por el dolor con un leve gemido, una vez pasó metió su otro dedo también un poco. Me estaba doliendo pero ya no sabía yo qué era dolor ni placer. Finalmente Julio metió ambos dedos hasta el fondo de mi ano. Fue una movida que causó en mí un reflejo de apartarme, que él inmediatamente detuvo con su fuerte brazo que me rodeaba hasta llegar a mi culo. El dolor se convirtió en placer. Julio dejó sus dedos en mi ano y no los movió, tampoco los sacó, sólo presionaba hacia adentro. Yo no tuve más que hacer que abrazarlo y bajar mis manos por su espalda hasta tomar fuertemente su hermoso y firme culo y aferrarme tanto a él como el dolor y el placer me lo exigían. Pasamos así otro minuto mientras él nos pajeaba con más fuerza que nunca, finalmente, empezó a respirar más profundo de lo normal, sus rodillas se doblaron un poco, emitió un leve gemido y sentí el calor de su semen que empezó a chorrearse sobre mi verga y su estómago y seguidamente sentí el orgasmo más prolongado que hubiera podido tener hasta el momento. Ambos estuvimos viendo cómo nuestros penes botaban chorros de leche mientras Julio sacó sus dedos de mi ano y yo retiraba mis manos de sus glúteos. Lo último que soltó fueron nuestras vergas e inmediatamente caímos sentados en la banca de cambiarse la ropa. Sin nada más que decir. Llenos de sudor y sin atreverse ninguno a mirar al otro. Lentamente se normalizó nuestra respiración y fuimos relajándonos. Yo estaba recostado contra la pared y sentí que por un momento me quedé dormido hasta que Julio me dio una leve cachetada en la cara. - No te duermas, mejor coge tus cosas y te bañas en las duchas de alumnos, ya pasamos mucho tiempo aquí y alguien podría venir ya. - Listo. Cogí mis cosas sin decir ninguna palabra y salí. Cuando llegué hasta la puerta Julio me dijo: - Esteban! Nada de esto a nadie y nada de dejar a las hembritas por los manes ¿no? - Ah, sí -le dije yo. En ese momento yo no sabía qué hacer, me vestí rápidamente untando mi ropa de semen y de sudor, salí de la oficina y me fui a las duchas de alumnos. Al día siguiente estábamos de nuevo en clase de deportes. Todo había vuelto a la normalidad para mí. Estaba jugando un partido de volleyball y mi novia me estaba haciendo barra desde las bancas. Llamaron a receso de dos minutos. Salí corriendo a tomar agua del bebedero. Mientras estaba agachado tomando agua, vi que alguien se acercó, aún no podía ver su cara y sólo pensé que era otro sediento compañero. En ese momento la persona se acercó más y me dijo al oído: - Todavía puede haber más. Usted siga siendo buen hombrecito delante de todo el mundo y yo me encargo de mostrarle de lo que se ha estado perdiendo. Estas fueron las palabras de Julio, que volvieron a encender en mí el deseo de hacer más con él. Mientras se alejó de donde yo estaba, vi nuevamente su espalda y su culo y sentí la necesidad de clavar mi polla en ese culo tan firme que el día anterior había tomado fuerte con mis manos